la derrota
Odio la guerra, siempre la odie.
Creo que esa sensación de rechazo extremo que es el odio se produce en mi por la incomprensión.
Y aquí me tienes, frente a este fuego improvisado con leña de conciencia y fuego de pasión, abriéndote un corazón podrido de humedad y miedo.
Si te soy sincero, y tu sabes que lo soy siempre, he amado la soledad como la luna al sol, con esa fidelidad que da la mezcla de saber que jamás podrás consumar tus sentimientos con la esperanza de que los sueños siempre se hacen realidad; pero jamás encontré en sentirme solo un placer en el que descansar mis excusas.
Cuando te conocí acabábamos de sufrir un ataque de ellas, ese enemigo extraño que convirtió nuestras pesadillas en una certeza inexplicable y concreta.
Tu ciudad estaba siendo arrasada y bajo el peso del silencio te habías aplastado contra ti misma bajo una montaña de hierros retorcidos y calientes. Aun recuerdo el olor de mis dudas al acercarme a ti. Cuando te vi actué de manual, avise por signos y cuando recibí ayuda retiramos entre todos los escombros que escudaban tu temblor.
Al acercar mi mano a la tuya me mordiste... jajajajaja... Aun pesa en mi orgullo, o en el rescoldo de lo que un día hubo en ese lugar, la risa del sargento del pelotón cuando miré mi mano herida por tu boca... ¿sabes cuanto me acorde de él cuando tu boca hería mi alma al tatuar tus besos en mi corazón?...
Y después recupere quien era, porque tu miedo, transformado en convicción con el argumento de la sangre derramada, me abrió los ojos a la inutilidad de luchar con las armas. Abrió unos ojos cerrados por consignas cargadas de ideología pero vacías de sentido, de sentimientos, a la razón que entrega con níveas manos la paz a un mundo real en el que el sufrimiento se esparce con cada salpicadura de sangre.
Y aquí me tienes, cargando de balas de paja esta hoguera para que dure hasta el alba, para que mate el sueño que amenaza mi desvelo con pesadillas llenas de lo que tu me enseñaste a rechazar.
silencio
El olor es insoportable, acre y dulzón me impregna las fosas nasales, mi estomago lucha por contener el café. Nunca conseguiré acostumbrarme al hedor de la muerte, es inevitable, un escalofrió recorre mi columna cada vez que atravieso estos pasillos, no es el frío, ni tan siquiera el miedo, es el silencio únicamente quebrado por mis pasos. Nadie sospecha el esfuerzo que tengo que hacer para ser capaz de abrir las puertas que me separan de mi peor pesadilla.
Al aceptar éste trabajo creí que había conseguido un chollo, buen horario, mejor sueldo y tranquilidad. Cuando llevas tanto tiempo en el paro no puedes poner reparos, además, no era consciente de donde me metía. En tan sólo tres meses he perdido peso y me ha salido un mechón blanco, dicen que estas cosas pasan cuando uno siente mucho miedo. Yo no soy miedoso, nunca he creído en esas tonterías, pero ese silencio... acaba con mis nervios. Me traje una radio, algo de música me haría compañía, al segundo día las emisoras se volvieron locas y lo único que sintonizaban eran programas de esos de espiritismo con cacofonías y cosas de esas. Ya no la he encendido más. Las luces se encienden y se apagan cuando menos te lo esperas y el viento (que no sé de donde viene) abre y cierra las puertas a su antojo. Se lo expliqué a mi amigo Miguel, muy macho él, muy incrédulo, se río en mi cara. Para demostrárselo le pedí que me acompañara un día, así vería con sus propios ojos que lo que le contaba era cierto.
– Para que veas que no me creo ni una palabra –me dijo– mañana iré contigo y te demostrare que eres un paranoico.
Esa es la última conversación que tuve con él, al día siguiente me acompañó y a los diez minutos de estar allí, salió corriendo despavorido, ya no le he vuelto a ver.
Siempre lo mismo, fregar pilas con productos químicos que son incapaces de mitigar el olor, recoger sabanas que alguna vez fueron blancas y todo tipo de gasas y restos quirúrgicos desechables. Ese es mi trabajo, no es que me queje, es que la monotonía de hacer siempre lo mismo, cansa, además siempre estoy sólo, me aburro tanto que me cuento chistes a mí mismo, pero son tan malos que me dan ganas de llorar.
caliente
Cierro los ojos. Hay un calor cansado de si mismo de tanto aparecer. Es una hora exacta donde todos cierran las puertas y ventanas como para entrar en la oscuridad y esconderse del sopor de la tarde. Es la hora exacta para evitar cualquier movimiento o iniciativa. Puede que todo esté pasando a un centímetro después de sus límites. Justo allí no va a pasar nada a esa hora .Amañada. lenta. Pueril. Vaga. Pereza es lo que se tiene como oxigeno a esa hora. Parece que la hubiesen inventado para que la nada apareciera y nada se hiciera. Hasta la perra ha perdido el interés de cazar las moscas. Ellas revolotean burlonas sobre su cara. No pasa nada. es la hora del descuido, del abandono. Algo que se mueve es mal visto. Sudar y bostezar son las únicas biologías posibles. Letargo es igual a lagarto. Ahora entiendo su extrema quietud. Es hora de la parálisis. Puede, insisto, que se estén derritiendo los témpanos. Aquí se congela el tedio. Aquí se queda pegada cualquier piel a las acera. Es la seña que deja cualquier osado si sale a esta hora. Justo no se labora, está vetada hasta la palabra trabajo. Es hora de la siesta ( fiesta de la somnolencia) palabra y práctica olvidada y casi desterrada del ritmo que hemos comprado como verdad de la ciudad. acá es la hora de algo que ha sucedido ancestralmente. Un centímetro mas adentro y pasas a mil años atrás donde los rituales del vivir eran cumplir sagradamente con lo que la temperatura del ambiente, el color del cielo, el tamaño de las nubes, la velocidad y dirección del viento, los olores que trae la brisa eran el reloj del justo a tiempo. Esta precisa hora lo recuerda. Dejarse llevar, abandonarse. Hacer la nada una experiencia. dejarse marear. sofocarse. Rendirse. dejar de pelear. Vagar. entrar, dejarse entrar. parpadear.cero pensar.sudar.soñar.comulgar con esta, la hora. Con la hora proscrita en otras tierras. hora odiada hora resistida hora olvidada hora culpada de la ilusión del atraso. Yo me atraso deliberadamente, me pongo lenta acuosa. nada me pasa para que pase todo. Hora que entra en mis poros. Soy una con ella. Reinvindicación. Comunión. Extracción. Desgobierno. Hora de la entrada. De la llegada. De la mirada. Sangre y taquicardia si te apuras, latidos si vas a su ritmo. Hora caliente. Hora hervida.
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